Víctimas y Agresores

El otro día leí un artículo en el que una persona pública reclamaba indignado que los niños que debían cambiar de escuela no fueran las víctimas del bullying sino los agresores.

Este titular me impactó y con todo el respeto, me atrevo a contradecir. Claro que comprendo su argumentación pero si vamos más allá estoy convencida de que ni “víctimas” ni “verdugos” deberían marcharse del colegio. Como adultos y educadores tenemos que ser conscientes que tanto la “víctima” como el “agresor” necesitan nuevas herramientas para trabajar la forma de relacionarse consigo mismos y con los demás, su manera de comunicar, la gestión de sus emociones, su autoestima, sus creencias… Para que unos aprendan a afrontar situaciones tan difíciles como que alguien te agreda y los otros no necesiten agredir a nadie por no saber gestionar su ira, por sentirse inferior o por no saber canalizar su dolor de una forma sana.
Es imprescindible trabajar conjuntamente la educación emocional para que estos episodios no ocurran y abordarlo desde el punto de vista del agresor y de la víctima (porque aquí, todos son víctimas).

Lógicamente, es más fácil empatizar con los que sufren la agresión, se me encoje el corazón tan solo pensar en ello. Es muy doloroso para mí ver este maltrato verbal y físico, saber de la crueldad de cualquier ser humano hacia otro, y más cuando se trata de niños. Aún así, me gustaría que viéramos este tema tan desagradable como una oportunidad para acompañar y ayudar a TODOS los niños. Los que agreden también son niños y eso no podemos olvidarlo aunque en ocasiones sus agresiones son tan crueles que no entendemos que nazcan de niños de corta edad.
Una oportunidad para poder ayudar al niño a que salga de su rol de víctima, ayudándolo a trabajar su autoestima y sobre todo creyéndolo capaz de encontrar herramientas para cambiar la situación y/o aprender de ella. Los educadores deberíamos enseñarles a pedir ayuda cuando se encuentran en situaciones como éstas para poderles acompañar. No basta con decir “tienes que pedir ayuda o explicarlo cuando te pase”, el niño se siente tan mal, tiene tan poca fuerza en esos momentos, se siente tan avergonzado que no sabe ni cómo decirlo. Hemos de sacarlos de ese pozo. ¿Cómo te sentirías tú si te humillaran de esta manera en el trabajo? Necesitamos ponernos en su lugar. Crear el clima de confianza necesario para que sienta que es seguro explicar lo que le pasa. Relaciones de confianza, de no juicio, de amor y de disponibilidad, de “estoy aquí para lo que necesites” SIEMPRE. Y no solo entre nosotros adulto-niño sino también niño-niño, relaciones de confianza para que entre ellos también puedan ayudarse.

NO PUEDEN SENTIRSE SOLOS EN NINGÚN MOMENTO.

También sé que los agresores viven un infierno, libran una batalla en su interior. Carecen de recursos para capear lo que les sucede porque necesitar denigrar a otro para sentirse fuerte frente a los demás es un síntoma clarísimo de que algo no funciona y NECESITAN AYUDA.

Los “verdugos” no dejan de ser víctimas de si mismos. Víctimas de la falta de un vínculo sano y amoroso con sus referentes y de un sentido de pertenencia, de comunidad. Ayudemos a estos niños a que sientan paz consigo mismos, que tengan el espacio y la valentía de explicar qué les pasa y cómo lo están viviendo. Darles herramientas para que aprenda a superar sus limitaciones, a que aprendan a quererse y a querer a los demás de una forma sana, a reconocer sus emociones y leerlas en los demás, a empatizar con el otro… Un niño por naturaleza es Amor y el Amor nunca agrede.

TRABAJEMOS LA EDUCACION EMOCIONAL

Mar Milán
Responsable dpto. niños
Educar es emocionar

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